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jueves, 13 de septiembre de 2012

UN AMANECER DE FUEGO


Tte Crl Art Pablo Manuel Flores Gallardo


Era una noche fría, tan fría como el temor que perturbaba todo mi cuerpo, en el camino hacia éste punto encontré  señales de muerte como si el destino me presagiara algo, algo tan frío como mi cuerpo, sin embargo me adueñaba de la calma, porque mi calma era también la de mis soldados que veían en mí la imagen del guía, del líder, quizás hasta la del padre.
Una noche con olor a humedad, muy estrellada, tan estrellada que podía ver el reflejo de mis ojos en cada una de ellas y por la cual pasaba cada momento de mi vida: mi niñez, el colegio, mis amigos, mi juventud, mis padres, mis amores.Todo pasaba en segundos por mi mente, esperando aquel primer rayo de luz para definir ese momento tan importante para nosotros.
La vegetación era muy espesa, casi no veía el cielo y mucho menos mi camino, las aves me guiaban con su canto, las ramas dificultaban mi avance, tal vez impidiendo que siga avanzando, pero mi ímpetu daba más y se convertía en una fortaleza cada vez mayor, en mi rostro se reflejaba la madurez de mi juventud y en mi alma la rabia contenida.
Aquella noche era imposible dormir, ni siquiera descansar, el corazón latía como si fuera a reventar solo tenía sed, mucha sed, pero tenía que racionar mi agua para que no se me acabara, era la peor noche de mi vida, la adrenalina subía a cien, era un viernes y comparaba ésta noche con una en la capital, llena de ruido, música, licor y mucha diversión, como si por allá no supieran que luchábamos por su tranquilidad y por darle la paz a nuestra querida Patria, dos mundos distintos, no tenía de que quejarme, yo escogí ésta carrera y no me arrepiento, lo hacía de pequeño cuando  jugaba a la guerra y hoy se convertía en mi guerra, en nuestra guerra, una guerra que ya la queríamos acabar.
0500 hrs, ya era hora, todo el temor se iba y solo quería demostrar lo que soy, lo que éramos, un equipo ganador, listo  para combatir y demostrar cuánto valemos. Ahí estaban ellos, los terrucos, confiados, inseguros y con el olor a muerte rondando por su cielo.
Todo se inició con un fuerte estruendo que irrumpía la tranquilidad de la selva, el terror se apoderaba de ellos, yo solo entendía que tenía que hacerlo por la paz, por nuestra paz, lo demás es otra historia, una historia que Dios quiera ya debe de acabar.    

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