Benjamín
Fuentes
Desde donde las crecientes de los ríos Cenepa y Comainas,
se entrelazan y deslizan como gigantes serpientes, guardianas y celosas, sobre
un inmenso manto verde. Así se divisa desde lo alto, la guarnición militar a la
llegada del “pato” como le dicen al helicóptero, que al aterrizar contentos nos
recibieron muchos soldaditos que repetidamente decían ¡APUMATA!, descargando presurosos lo poco que traíamos, y al bajar como
insignificantes quedamos ante la majestuosidad de las montañas vestidas de
verde que rodean el lugar, percibiendo ráfagas de viento fresco y natural de aroma agradable,
húmedo e indescriptible, con los zapatos sumergidos en un inmenso charco de
agua, pues acababa de llover, y a la distancia escuchábamos gran algarabía por el
canto de las aves escondidas en la vegetación, observando en un instante
diversos insectos, batracios, aves y reptiles de nuestra gran biodiversidad,
pues claro estamos en la selva.
Esta inolvidable
pero magnifica experiencia en cumplimiento de mi deber comienza hace 19 años,
cuando fui cambiado al Btn Sva N° 69
Chávez Valdivia, Amazonas, tenía un años de casado y mi primogénita de tan solo
tres meses de nacida.
Cumpliendo
con las responsabilidades propias de mi trabajo como militar, robaba tiempo
para poder reconstruir y acondicionar lo que metafóricamente seria mi primer departamento
dándole forma y comodidades que la situación demandaba.
No
habitaba nadie más que nosotros, en el sector asignado como villa, hasta que
después de un tiempo, llego la esposa de
un Sub Oficial que sería inicialmente nuestra vecina hasta convertirse poco a
poco en una más de la familia.
Después
de tres lindos meses de felicidad, llego el relevo de los jefes de Puesto de
Vigilancia (PV) y los nuevos eran
candidatos sin opciones, mi esposa en su afán de apoyarme prefirió quedarse diciéndome…¡
Te esperamos aquí, son seis meses y el tiempo pasa rápido! fue desde entonces
que sola afronto miles de vicisitudes, amenazas, necesidades e inclemencias del
clima propios de la zona; que cualquiera no podría soportar.
A mi retorno pude enterarme, cuando me conto todo
lo que paso, yo imaginándome todo como si hubiera estado en dos lugares a la
vez; en uno en cuerpo y en el que paso mi esposa en alma.
Ella teniendo la oportunidad de contarme todo lo
que pasaba cada vez que nos comunicábamos por la radio, solo prefirió el
silencio para brindarme la tranquilidad en mi trabajo, por mi parte pensaba que
lo que más quería estaban allí solas y desamparadas, lejos y a la vez cerca de
mí, en silencio me desesperaba y quería que los meses fueran días y los días fuesen
horas.
Esto es digno de reconocer y valorar en las esposas
de los militares que de una manera silenciosa y valerosa apoyan a los esposos
contribuyendo al engrandecimiento de la Institución.
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